El Derecho Penal
dentro de la escuela clásica fue esencialmente jurídico. Su finalidad sancionar
el delito e imponer una pena considerada equivalente al daño, reconociendo que
éste se causó por el mal uso de la libertad y por decisión plena de la facultad
volitiva.
A esta etapa de la
estructura del delito sigue otra llamada “científica” y que se concentra en la
llamada escuela positivista. Su precursor, César Lombroso, italiano (1835-1909)
antropólogo y criminólogo, profesor especializado en enfermedades mentales y en
antropología criminal, médico de un manicomio y de las cárceles de Turín.
Antes de Lombroso
varios pensadores se ocuparon de estudiar las condiciones físicas y síquicas
del delincuente; se suponía poseían ciertas anormalidades que los diferenciaba.
Cabe mencionar algunos nombres entre otros Lemoine, Lambe, Richte, Fallot,
Morcelli, Piehard, Nichalson, Tenchini, Marro,Ottolenghi, Triggerio, etc., etc.
Las observaciones
se refieren a la configuración física, a los rasgos somáticos; fueron
observadas las circumbalaciones cerebrales, se habló de la fusión congénita de
los lóbulos frontales. Especial atención se dedicó para aquellos delincuentes
en los que se descubrió un hoyuelo en medio del occipital explicándose se trataba
de una deformación. Encontraron los observadores además huesos extraños
ubicados a los lados del occipital, se efectuaron además mediciones de los
cráneos de antisociales anotándose la presencia de “rasgos criminales”: “poco
desarrollo cerebral, plagiocefalía”, mandíbula voluminosa, frente estrecha,
asimetría facial, nariz corva, labios abultados, órbitas oculares asimétricas y
muy desarrolladas, estrabismo ocular, dientes desiguales o montados, falta o
hipertrofia de los incisivos medianos, desviación de los huesos nasales, nariz
aplastada al centro, arrugas cigomáticas o sea en medio de los carrillos y que
se los considera propios del vicio, variabilidad en el número de vertebras.

En los criminales,
anotan los antropólogos dedicados a la observación, hay disminución en la
eliminación de úricos; hay menos desarrollo del sentido del olfato, el paso
izquierdo es generalmente mucho más largo que el derecho.

Tienen los
criminales una forma peculiar de escribir y sobre todo de hablar; hay palabras
propias de los delincuentes, el argot o jerga sui géneris. En la escritura hay
signos que se los puede calificar de jeroglíficos.
Se anotó otra
característica especial en el criminal, una resistencia al dolor, sobre todo en
relación con los suplicios que les infringían los investigadores en el proceso
de la búsqueda de la verdad así pues aparece con mayor resistencia para salir
avantes aún en un enfrentamiento con
salvajes: soportan sin quejas heridas, lesiones, fracturas y de esta resistencia
hacen gala cual se tratara de condiciones muy superiores del hombre. La verdad
es que esta ausencia del dolor los vuelve crueles con los demás a los que
juzgan débiles y cobardes.
También se practicó
el estudio del delincuente ocasional llamado criminaloide. No tiene
características visibles como el delincuente nato o los tienen sumamente atenuados:
reflexiona con más regularidad, es más equilibrado, menos impulsivo que los
delincuentes natos o avezados.

Una serie de
observaciones se habían pues practicado por los investigadores anteriores a
Lombroso; observaciones aisladas como se ve que no podían dar una pauta para
sentar reglas o sacar deducciones con el carácter de definitivas.
Con Lombroso, según
se dijo, se inicia un período de investigación científicas con la publicación de
sus obras “El Hombre Delincuente, Los Criminales, Casuística médico- legal, Genio y Degeneración, El Crimen,
causas y remedios”.
Hay la criminalidad
nata reconocible por rasgos corporales o anímicos. La naturaleza le ha hecho
proclive al delito y la sociedad le da las condiciones del caso para que se torne
un delincuente, éste constituye un tipo especial de hombre con estigmas
morfológicos.
Existe una relación
constante entre el delito congénito y la epilepsia, así como entre la locura y
la sicopatías sexuales. Entre los enfermos que llegan al delito hay caracteres
comunes; vagabundez, obscenidad, pereza, argot, tatuaje, irritabilidad, vileza.
Las delincuencias son lunáticas y en los días tempestuosos los locos y
epilépticos, los delincuentes natos cometen toda una clase de desafueros en las
cárceles y se producen lagunas, vacíos en sus recordaciones.
La epilepsia es
deformación localizada en la corteza cerebral y se manifiesta en acceso o
acometidas prolongadas o intermitentes; descansa sobre un fondo de
degeneración. No precisa el ataque convulsivo el que necesariamente se
desencadena por el alcohol o la ira.
Aún el genio puede
deberse a una especie de sicosis degenerativa perteneciente a la familia de las
epilepsias. Es frecuente que el genio sea descendiente de un alcohólico, de un
anciano. En la infancia se anota precocidad intelectual y sexual, sonambulismo,
deformación craneana, extraños e irracionales temores, delirios. Por otra parte
en la descendencia del genio (generalmente no hay) resultan imbéciles y
tarados. Cita el autor algunos casos de los mencionados personajes.

De cien
delincuentes el 30 al 35% presenta caracteres efectivos de atavismo; el resto
comprende a delincuentes ocasionales o pseudodelincuentes que obran por pasión.
Lombroso piensa a
más de los factores endógenos o atávicos que existen como determinantes del
delito causas exógenas, externas o sociales y así se refiere a los flujos
metereológicos, climatológicos, de cultura, densidad de población, aspectos
económicos, profesionales, educacionales. Estos factores son “desencadenantes”;
el motor primario es la impulsividad congénita. En los pseudodelincuentes en
cambio los factores externos ocupan el puesto determinante.
La delincuencia
nata hace comprender la ineficacia de la pena por la repetición constante y
periódica de ciertos delitos, haciéndose necesaria para la defensa social el
aislamiento perpetuo del delincuente, aislamiento que no debe llamarse “pena”.
El resultado del
juzgamiento no debe mirar únicamente a la gravedad del mal causado sino que
atenderá con especial atención a la personalidad del agente del delito.
La reincidencia
debe ser tratada como delincuencia nata.
Crítica.- La doctrina de Lombroso fue relumbrante y novedosa para el tiempo en
que se expuso y abrió la puerta a una investigación correcta para formar la
ciencia penal. Más hay que reconocer que científicamente no ha llegado a
comprobarse la existencia del delincuente nato. Hay delincuentes morbosos,
insensibles, duros, empedernidos que no presentan las características físicas
del atavismo, como hay personas con taras atávicas que no son delincuentes, ni
puede decirse que necesariamente llegarán al crimen. No puede afirmarse que
exista algo así como una clase delictiva caracterizada. Muchas veces lo que se
tiene como signo físico degenerativo puede ser consecuencia de traumas físicos
o de enfermedad como el raquitismo.

Se plantea como
interrogante: ¿debe procederse a la esterilización de los enfermos mentales o
sicópatas predispuestos al crimen que han pertenecido a troncos delictivos? ¿Es
fatal la herencia delictiva? Creo que la ciencia no ha dicho aún la última
palabra en esta materia.
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